Época: Reconquista
Inicio: Año 1212
Fin: Año 1212

Antecedente:
La batalla de las Navas de Tolosa



Comentario

Ese domingo, los reyes cristianos, con Alfonso VIII llevando la voz cantante, planificaron la táctica de la batalla. Tal como el rey relató en su carta a Inocencio III, mezcló la caballería con los peones, las mesnadas de los concejos, con la gente de armas. Esto confirió gran cohesión a los distintos escuadrones entre sí y contribuyó a homogeneizar las fuerzas, factor importante, pues la gente de los concejos ni tenía el mismo espíritu ni el mismo adiestramiento que las órdenes militares y los nobles. Alfonso VIII -escarmentado tras la derrota de Alarcos- había reforzado el ejército con cuanta caballería pesada había podido reunir y la dispuso como reserva. Ésta fue, precisamente, la que destrozó la línea defensiva del palenque almohade.
El ejército cristiano se dividió en tres cuerpos. El rey de Aragón mandó el ala izquierda, que se desplegó, a su vez, en tres líneas sucesivas: la vanguardia, a las órdenes de García Romero; Jimeno Coronel y Aznar Pardo dirigieron 1a segunda, mientras que el propio Rey mandaba la zaga. Según Jiménez de Rada, los catalano-aragoneses fueron reforzados por milicias castellanas.

El cuerpo central cristiano lo mandaba Alfonso VIII. Diego López de Haro comandaba la vanguardia; el conde Gonzalo Núñez, con los frailes del Temple, del Hospital, de Uclés (Santiago) y de Calatrava, formaban la segunda línea; la tercera, auténtica reserva cristiana, estaba a las órdenes Alfonso VIII, rodeado por Jiménez de Rada y los demás obispos, así como por los barones, Gonzalo Ruiz y sus hermanos, Rodrigo Pérez de Villalobos, Suero Téllez, Fernando García... Los flancos los protegían Rodrigo Díaz de los Cameros, su hermano, Alvaro y Juan González.

Sancho el Fuerte conducía el ala derecha de los cruzados con sus navarros -unos doscientos caballeros, escuderos y alguna gente de armas que había llevado-, por lo que hubo de ser reforzado por las milicias de Segovia, Ávila y Medina.

Las fuentes musulmanas proporcionan pocos datos sobre la táctica de su ejército. Ibn Abi Zar (Rawd al-qirtas) dice: "Se plantó la tienda roja, dispuesta para el combate, en la cumbre de una colina. Al-Nasir vino a ocuparla y se sentó sobre su escudo con el caballo al lado; los negros rodearon la tienda por todas partes con armas y pertrechos. La zaga, con las banderas y tambores, se puso delante de la guardia negra con el visir Abu Sa'id ben Djami."

Los musulmanes dispusieron su ejército de manera ya muy experimentada. Dominaban las alturas y siguieron las normas de una batalla clásica: "los que avanzan perderán y los que se mantengan quietos aguantarán y vencerán" (Jean de Bueil). A nuestro juicio, al-Nasir debió instalar su palenque en el Cerro de las Viñas, donde actualmente se ubica el depósito de Aguas de Santa Elena, y allí organizó una formación en corral, es decir, un cuadrado cuyos lados estaban compuestos por tres líneas defensivas de infantes (en este caso, su guardia personal), atados entre sí -tanto para que no dejaran resquicios en la línea defensiva como para que lucharan hasta la muerte, pues no había posibilidades de huida- y con las lanzas clavadas en tierra, inclinadas y con las puntas dirigidas hacia el enemigo. Por delante del palenque, protegido a su vez por una barricada de diversos materiales -impedimenta, cajas y canastas para el transporte de armas y flechas, cadenas, estacas, etc.- se colocaron otras líneas de infantes.